Explotó el Luna Park
En el marco del lanzamiento de su nuevo trabajo discográfico, el músico argentino deslumbró en un estadio a pleno.
En el marco del lanzamiento de su nuevo trabajo discográfico, el músico argentino deslumbró en un estadio a pleno.
El motivo del encuentro recaía en la presentación del boxset de 6 CD y 1 DVD lanzado en abril cuyo título es simplemente "Andrés". Adornado con un jean negro, una remera negra con la palabra inglesa "chosen", un saco negro con una calavera en la espalda de plateado brillo y un pañuelo oscuro pero no del todo negro, Calamaro se subió al escenario 15 minutos más tarde de lo estipulado, a los 20:45, buen promedio de espera.
La primera canción, La parte de adelante, integrante de su CD "Honestidad brutal", logró que el Luna Park en su completitud estirara brazos y piernas. A partir de ese momento, fueron más de dos horas que sorpresivamente hipnotizaron más por tradición que novedad. Y esa tradición sobrevoló al rock y arribó en el tango, con dos ejemplares acompañados por "Tito" Dávila, un ex Enanito Verde.
Pero el recital se consagró como una fiesta de clásicos: A los ojos, Crímenes perfectos -acompañada por un público según Andrés soñado por Mick Jagger-, Paloma, Todavía una canción de amor y otras 23 canciones. Una atmósfera especial.
La voz de Calamaro se alzó no sólo para deleitar con su música, sino también para dar vida a comentarios actuales -como el alto precio de las entradas, las más caras costaban 350 pesos- y a recuerdos. Habló sobre la historia del Luna, recordó que 25 años atrás ese mismo escenario había soportado a Los Abuelos de la Nada, y también a él junto al fallecido guitarrista Guillermo Martínez. Ese mismo día, once años atrás, River albergaba al binomio Rolling Stones-Bob Dylan, día rockero de la historia de Buenos Aires si los hubo. Pero el corolario de estas anécdotas recayó en que 4 años atrás fue ese mismo Luna quien le dio la bienvenida en su vuelta al circuito de los escenarios argentinos.
En un momento de distención, y en busca de algo que renueve su garganta constantemente ocupada por aquellas líricas que debe hacer descansar en un atril -por los años y la cantidad-, Andrés exclamó: “¡Qué buen invento guaraní!” y como en la cotidianeidad de sus paredes, comenzó a tomar mate.
Para cerrar la primera de las dos noches en las que se presentó, Andrés unió las palabras del Volver de Gardel y Le Pera con aquellas de su Flaca, y logró que todos los presentes no dudaran en alabarlo, tanto jóvenes como aquellos que no lo eran tanto, que sintieron con este fin un guiño del artista.
Fue un muy buen concierto, un buen repaso por la carrera de uno de los músicos más talentosos y prolíficos que tiene nuestra cultura rock. El clima era de disfrute pleno, todos los asistentes estaban allí por elección, y eso se sentía desde el piso. Pero si se pudiera dejar entrever entre estas líneas cierto tinte de admiración personal, podría criticarse el hecho de que mis piernas pasaron demasiado tiempo dobladas, no por elección sino por imposición de la mayoría. El recital incitaba a quienes lo siguen desde siempre a disfrutarlo de pie. En fin, cuestiones de la multitud.